Aún estaba sentada en la cama, viendo como ella se levantaba apoyándose sobre sus rodillas y se acomodaba el sujetador. Me veía de una manera poco usual con un leve rubor en sus mejillas, esa mirada era la que hacia latir mi corazón.
-Prepárate para tu castigo- sentenció con las manos en la cintura. Una gota de sudor cayó por mi sien.
-¿No dirás nada? Mi pequeña minina- seguí en silencio. Por más que hubiera querido, no podía articular palabra alguna que pudiera usar en mi contra.
-Estar callada no va contigo, pero… no te preocupes, yo haré que de esos finos labios que posees, mi linda minina, salgan sonidos placenteros- aun seguía observándola, entrecerré mis ojos y le saque la lengua como una niña pequeña insinuando un “a ver si puedes”. Ella también la saco… no fue para responder, si no para relamer sus labios y limpiar el hilo de sangre que tenía. Me veía como su presa y eso parecía ser.
Se acercaba de una forma muy sensual, era increíble que con esa corta edad pudiera inspirar tanta sensualidad en escasos movimientos. Yo hacía todo lo posible por disimular el querer poseerla de nuevo, o… ¿el que me poseyera una vez más?.
Llegó a la altura de mi pecho, alzó la mirada y lamió desde donde se había quedado cuando desabrochó mi blusa, hasta mi cuello. Luego se detuvo y entre besos llegó desde el cuello a mis labios. Correspondí como era debido; esto no se trataba de que demostrara no querer sus caricias, si no el demostrar ser fuerte cuando decida parar: no tenía que pedir más…
La abracé y la tiré a la cama conmigo. Hasta entonces todo iba bien, hasta que se separó lentamente, quedando a unos escasos centímetros de mi rostro. Sus manos se dirigieron hacia mi blusa y se inclinó a propósito. No podía evitar el estar viendo sus pechos, aunque en vez de seguir mirando, acaricié su cabello.
-Tan sedoso como siempre…-
-Eso no viene al caso- dijo quitándome la blusa.
-No importa, sabes que siempre me ha encantado tu cabello…- lo acaricié de nuevo pero esta vez la pegué junto a mí, abracé su cabeza y acaricié un poco mas su cabello.
-D-déjame- besando entre mi pecho y mi cuello, se sujetó bajando hacia mis pechos.
-¿Cómo puedes tenerlos de este tamaño?- un tono de envidia parecía aquel que oí.
-¡Yo no los pedí así!, hasta sabes que no me gustan, quisiera tenerlos más pequeños…-
-Están así porque de este tamaño me gustan…perfectas para jugar a gusto- una risa traviesa fue lo que vi antes de que empezara a besar uno de ellos. Sus manos fueron directo al broche del sujetador, haciendo que este cayera en cuanto lo separó.
Creo que cuando dijo “jugar a gusto” era porque en serio iba a jugar. Estaba picando con su dedo, como si yo fuera un peluche.
-No hagas eso-
-¡Si quiero pico!- un silencio incómodo reinó por algunos segundos –o… si quiero te mimo-contuve una pequeña risa al oír eso. Empecé a acariciar su espalda mientras ella comenzó a lamer mis senos. Aferraba mis manos a su espalda, tratando de no lastimarla, pero realmente no sabía si lo hacía o no. Yo daba leves gemidos, trataba de no sacarlos pero salían contra mi voluntad, no era capaz de lastimarme como lo había hecho ella para contenerlos.
Cuando menos me di cuenta, tenía una mano aferrada entre sus cabellos y la otra seguía en su espalda. Prosiguió un poco salvaje, mordiendo y besando. Algunas mordidas me dolían, pero era un dolor placentero, ¿o acaso era masoquismo?, no conocía ese lado de mi misma pero ella tampoco había sido así conmigo.
Empezó a recorrer lentamente mi estómago con su lengua, iba hacia abajo, tenía un poco arqueada la espalda. Era sensible a ese tipo de caricias.
-N-no harás lo que yo creo… ¿verdad?- Pregunté un tanto alarmada, solo aceptaba sus manos en esa zona, no me hacía a la idea de que lo hiciera de otra forma.
-¿Tienes miedo?- decía, ya desabotonando mi pantalón. No recibió respuesta alguna hasta que bajó un poco el pantalón.
-Yo… eh… nunca habíamos llegado t-an lejos…- más nerviosa que hacía unos segundos.
-Algún día tenía que llegar este día…- me respondió besando por encima de la ropa interior. Sentí como el rostro me hervía y mi cuerpo se calentaba más de lo que estaba. Se deshizo de toda prenda “inútil” que en aquel momento impidiera cumplir su objetivo, acarició una de mis piernas, arañando un poco al final y prosiguió normalmente penetrándome con sus dedos. Tapaba mi rostro con mis manos, no quería verla, no quería que me viera, mas prosiguió de igual manera.
-Valla, estas más mojadas de lo que imagine- retirando sus dedos de mi entrepierna.
-Tu sabor es… peculiar- entré en la cuenta de que había lamido sus dedos… ¿se mentalizaba para el siguiente sabor?...
-No lo hagas…- mi voz se entrecortó, mis nervios se habían convertido en angustia; y sin respuesta prosiguió a lamer como si mi parte íntima fuera un dulce. Tenía mis ojos cerrados con fuerza y mi boca temblaba, esta nueva sensación era apenas una probada de lo que seguiría. Dejé de tapar mi rostro y aferré mis manos a las sábanas. Mordía levemente mi labio inferior tratando de ahogar mis jadeos y gemidos. Aumentó el nivel penetrando con su lengua, y una lágrima perdida cayó por mi mejilla. Quería detenerla, darle una pausa a este acto tan placentero, mas nuevas sensaciones me invadieron. Estaba a punto de pedirle que se detuviera cuando empezó a usar su mano también.
¿Quién te había enseñado todo eso, pequeña lujuriosa? ¿Cómo es que esas caricias no eran torpes?
Imposibles mis intentos por detenerla, estaba en el borde del éxtasis, no pude contenerme más, gemidos y jadeos salían de mis labios, sentí un poco de saliva caer por mi boca. ¿Tanto lo estaba disfrutando? Callada y atenta a lo que hacía, por un momento pensé en olvidarme de todo y suplicarle por más, que no se detuviera, pero tal vez cuando acabe termine satisfecha y aunque sea habré logrado el no pedirle por más; sentía que llegaba al final, estaba a punto de acabar… ¿EN TU ROSTRO? “¡No por favor, todo menos eso, quita tu rostro!” …Pero mis manos no respondían, seguían aferradas a las sábanas y mi boca no emitía más que balbuceos inútiles que eran seguidos de gemidos, mi respiración agitada fue lo último que distinguí antes de llegar al orgasmo, como pude levante la mirada hacia donde ella estaba y efectivamente pasó lo que no quería.
-Lo…lo…¡lo siento!, n-no quería…yo…este…- no sabía dónde meterme.
-Mujer sucia, lo disfrutaste hasta el último instante, se supone que era un castigo- decía limpiando su rostro mientras yo me dejé caer de nuevo a la cama, pues trataba de calmar mi cuerpo.
-¿Dónde es que has aprendido a hacer eso?-
-En ninguna parte…- respondió un poco furiosa. Me levanté y la abracé, susurrándole al oído “Eres maravillosa, yo soy tu minina y tú mi pequeña gatita”. Sentía el latir de tu corazón acelerarse, estábamos completamente pegadas la una a la otra.
-Mh…se supone que ese paso lo debiste haber dado tú primero…¡no pareciera que tienes 16, mujer!-
-Ni tu pareciera que tienes 12- nos vimos con los ojos entre cerrados y al final un beso calmó la situación. Era perfecta para mí, no me importaba si “me castigaba” o se enojaba cuando yo la hacia mía, esa era la magia de nuestra relación.
-Creo que deberíamos estrenar la tina- dije entusiasmada.
-Yo ya me bañe unas dos veces en ella…-
-¡Malvada!, ahora de castigo te bañas conmigo- Sí, efectivamente, una excusa más para seguir en acción esta noche. Entonces comprobé que faltaba un poco más para mi límite.
Deseaba tanto que esa noche nunca acabara…
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