Sin darme cuenta cargaba los traumas que mi madre tenía acerca de la capital, siempre me contó que la vida ahí afuera era difícil, que era complicado saber en quién confiar y nada era gratis, era muy extraño que alguien te regalara algo o te ofreciera ayuda de manera voluntaria. Tuve que tomar muchas prevenciones para emprender mi recorrido a la capital, cuidé mi lenguaje y tuve que ocultar mi lugar de origen.
Conforme mi viaje transcurría me fui encontrando con personas muy amables que me ofrecieron su ayuda de manera voluntaria para salir adelante. Conseguí que me rebajaran el precio en muchas compras que hacía y he hecho algunos amigos que hablan mí mismo idioma, así como, otros que no son de la capital pero hablan muy bien el idioma de ahí; yo aún no lo domino pero logré entenderme con ellos.
Llegué a la conclusión de que mi madre exageraba en sus historias o simplemente le tocó vivir los tiempos difíciles de la capital. Tenía muy contados a sus amigos, podía contarlos con una sola mano y le sobraban dedos. Ella siempre fue una mujer solitaria y la única vez que brindó su confianza fue a un comandante dueño de un gremio poco conocido; tenían que irse con cuidado para reclutar gente porque solo aceptaban personas foráneas que hablaran cierto idioma (mí lengua natal).
Antes, si te veían hablando en otro idioma públicamente eras sancionado, dependiendo del humor del rey podías o no salir con vida de esa situación.
Mi madre se enamoró de ese comandante, de hecho es mi padre a pesar de que crecí sola… Una noche él traicionó a mi madre, le robó dinero, pertenencias y desapareció, cuando volvió a encontrarse con él lo negó todo y al ser inspeccionado no se encontraron pruebas, posteriormente a la investigación se descubrió que tuvo un cómplice que ocultó las cosas pero el caso ya se había cerrado. Yo decidí no ser solitaria como mi madre al darme cuenta que la comunidad había cambiado.
Dejé a un lado todo lo que creía saber y empecé a crear memorias desde cero, sin dejar de lado algunas precauciones. Ahora es mí turno de vivir mis propias experiencias y no aferrarme a las que alguien más vivió.
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