Sin ella en mis pensamientos no puedo hacer nada, no quiero hacer nada, no se me ocurre nada…
Nunca fuimos más que amigas pero la quise y la cele como a nadie, inclusive más que a cualquier pareja que haya tenido. Cada que la abrazaba era como abrazar a un ángel, un pequeño ángel en quien deposité todo mi cariño y ternura. En ella vi a la mujer perfecta, acepte sus defectos y me fui acostumbrando a ellos a tal punto que no me sorprendían demasiado sus errores.
No verla por un día era vivir un día vacio y sin emoción. Era el color de mi vida, las emociones en mi vida cotidiana, quien puede hacerme ver sol en un día nublado, era mi todo en pocas palabras. Su compañía me reconfortaba, sus palabas me abrigaban y su voz me hacía olvidar mis problemas.
Llegué a soñar más de una vez que ella correspondía mis sentimientos y he de admitir que llegué a soñar repetidas veces que la tocaba, que la hacía sólo mía, la hacía gozar probando su dulce néctar y no precisamente en una cama pero los mejores sueños fueron aquellos en los que me encontraba abrazándola y ella a mí, dónde darle un beso era el logro más grande de todos. Nunca sabré como se sienten sus labios y mucho menos su sabor, siempre los imaginé suaves, delicados y de un sabor indescriptible.
Siempre tome sus manos con dulzura, las veía tan hermosas; nuestras manos se entrelazaban perfectamente, como si nuestras palmas hubieran estado destinadas a conocerse. El tacto de sus manos me intimidaba cuando tocaba mi cabello, mis manos o mi rostro más que si me hubiera tocado alguna parte erógena. Ella tenía ese poder sobre mí, el de excitarme con sólo mantener un abrazo de cinco segundos y estar acurrucada a lado mío por horas, es lo suficientemente excitante para mí, supongo que era por esa forma tan tierna de hacerlo dejándome sentir su calor y olor tan refinado que me enloquecía y hacia desvariar mi mente.
El tiempo no existía a su lado, todo lo que quería era estar juntas tomadas de la mano platicando de cualquier cosa y riendo. Aquellos días fueron perfectos.
Sé que está mal verla de esa forma, fantasear que nos queremos, dormir pensando en ella, desnudarla en mis sueños y despertar con la sensación de que durmió a mi lado. No puedo evitarlo así como ella no puede evitar verme como una amiga más, no del montón pero no más que eso: una amiga.
Derrame algunas lagrimas por ella; de celos, rabia, frustración por el sentimiento de impotencia al saber que todo se quedaría como una fantasía más dentro de mi mente. Tal vez yo no complemento su vida como ella a la mía. Mi subconsciente ha aprendido a sobrellevar la cruda realidad de poco en poco, reconstruyendo mis sentimientos rotos, re haciendo mis ilusiones perdidas y devolviendo el color a mi alrededor, aquel que se desvaneció con su partida.